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Isla de la Tortuga
"Aquí las capas son sayos/ y los toros bravos, bueyes./ Aquí todos somos reyes/ y todos somos vasallos".
23 de Marzo, 2009 · Liberalismo

Sobre el concepto de orden espontáneo


 Quizás voy a decir cualquier cosa. No importa, correré el riesgo. Creo que fue William Blake quien, alguna vez, escribió que existen necios que alcanzan la sabiduría a fuerza de persistir en la necedad. Dicho en términos más prosaicos, a fuerza de romper dedos y paredes terminas dando en el clavo. Hago esta salvedad por que confieso que, sobre este concepto del “orden espontáneo” -también llamado, aunque más infrecuentemente, “sistema autogenerado” y que constituye otra de las “ideas-fuerza” del liberalismo moderno - sólo poseo una idea muy general. Corro el riesgo, pues, de meter la pata. No importa.

Por orden espontáneo, según tengo entendido, se nombra a una estructura compleja, con sus propias leyes de funcionamiento, que no fue diseñada por nadie ni creada ex-profeso sino que surge como resultado de las interacciones de múltiples agentes particulares. Es decir que las partes, sin proponérselo, sólo por el hecho de existir y actuar, crean el todo. Ejemplos de realidades de este tipo serían el mercado, el lenguaje, el dinero, etc.

Lo primero que me llama la atención es que, en realidad, la inmensa mayoría de las cosas existentes en nuestro universo encajan dentro de esa categoría. Éste es un hecho muy simple y obvio  y me extraña no haberlo visto señalado nunca en los diversos escritos sobre el tema que he leído en internet. Efectivamente, todo, desde el microcosmos hasta el macrocosmos, es un orden espontáneo. El átomo es un orden espontáneo, la molécula también y así sucesivamente hasta llegar a los astros, los sistemas solares, las galaxias y, por último, el mismísimo universo, del cual puede decirse que es el orden espontáneo que incluye a todos los órdenes espontáneos, igual que existe un conjunto que abarca a todos los conjuntos.


Parménides y Heráclito

Y esto es  así por que -asumiendo que no estamos sumidos en una alucinación, engañados por un genio maligno y que, por lo tanto, podemos fiarnos razonablemente del testimonio de nuestros sentidos- nuestro universo es discontinuo, heterogéneo y dinámico, a diferencia de lo que concluía Parménides. Discontinuo, por que no es un sólo bloque de una sola cosa, sino que tiene interrupciones, divisiones y vacíos; heterogéneo, por que está formado por muchas cosas distintas y, por último, dinámico por que esas cosas se mueven, actúan, accionan y reaccionan entre sí.

Pero no es así sólo por eso. Lo es, también, por que nuestro universo, a pesar de su dinamismo, posee cierto grado de estabilidad. Todos conocemos la sentencia de Heráclito acerca de que nadie se puede bañar dos veces en el mismo río. Sin embargo, lo cierto es que, por mucho que cambien las cosas, no cambian tanto como para que a cada segundo sean absolutamente irreconocibles con respecto a esas mismas cosas el segundo anterior. Un universo absolutamente caótico, en el cual ocurriesen efectos sin causa y que, en realidad, no fuese un universo sino muchos universos absolutamente distintos entre sí sucediéndose a la velocidad del rayo nos es inconcebible. Y, aún en ese universo, podemos sospechar que la mente humana encontraría una regularidad.

 De lo físico a lo biológico y de lo biológico a lo social

Alguien puede objetar que esta extrapolación al mundo físico de un concepto tomado de las ciencias sociales es absurdo, ya que, en los órdenes espontáneos del lenguaje, el mercado y demás, los agentes individuales no se proponen crear ese orden pero sí persiguen sus propios fines. Las partículas subatómicas, los átomos y las moléculas no tienen vida y, por lo tanto, no poseen fines. Y yo digo, entonces, que con más razón aún son un ejemplo de orden espontáneo si, por no poseer ninguna finalidad general ni particular, altruista ni egoísta, movidos únicamente por impulsos energéticos, son capaces de crear estructuras tan admirables. “No es de la benevolencia del protón ni del electrón de quien esperamos la formación del átomo sino de su...” ¿De su qué? De la energía, supongo, de las leyes de la física.

Un organismo vivo es, también, un orden espontáneo. Un ecosistema es un orden espontáneo de una estabilidad y equilibrio admirables. De hecho, permanecerá idéntico a sí mismo mientras una catástrofe natural o la mano del hombre no lo alteren. Los carnívoros se comen a los hervíboros, los herbívoros comen vegetales y, por último, los vegetales se alimentan de los minerales del suelo, del agua y de la luz del Sol. Es un orden espontáneo. Evidentemente no es el país de Jauja. No todos los cachorros llegan a la edad adulta. Los leones se comen a las gacelas. Nada de esto es, propiamente, hablando, justo o injusto. Es cruel, es duro, pero es parte del orden natural de las cosas e intentar corregirlo traería un desbarajuste aún mayor, como ya se demostró en algunas ocasiones en que se hicieron experimentos de ese tipo, cuando aún no existía un conocimiento claro de la ecología. No puede considerarse justo o injusto simplemente por que las cosas no pueden ser de otro modo y los actores implicados no pueden dejar de actuar como actúan. Ni el león ni el águila ni el lobo pueden alimentarse en base a lechuga y zanahoria. La jabalina madre de una camada enorme no puede garantizar que todos los lechones alcancen su porción de leche. No hay culpas, todos actuaron conforme a su naturaleza y no podían actuar de otro modo.

Es curioso -y me voy a tomar la libertad de apartarme un poco del tema principal- que los liberales, a pesar de lo mucho que suelen hablar de libre albedrío y de la poca simpatía que suelen tener por la extrapolación de conceptos tomados de las ciencias biológicas a los asuntos humanos, parecen tener una visión ecológica de la economía (aunque no de la política). El mercado es, para ellos, algo así como un ecosistema y, del mismo modo que querer proteger a los carpinchos contra los “abusos” de los caimanes generaría una sobrepoblación de carpinchos, con sus consiguientes desbarajustes, creen que proteger a los obreros contra los abusos de los patrones, traería, también,grandes y contraproducentes desbarajustes (vamos a dejar pasar la tentación del chiste fácil acerca de una sobrepoblación de obreros). Cierto es, por otro lado, que conciben al mercado como un sistema dinámico -al revés de un ecosistema, que, como ya dije, siempre es igual a sí mismo- y que la analogía termina allí. Intentar corregir las injusticias es contraproducente. En la selva, es imposible corregirlas; en la economía -sólo estoy exponiendo el argumento liberal- se corrigen solas. Fin de la disgresión. Volvamos a lo que nos interesa.

Obviamente, lo contrario a un orden espontáneo es cualquier estructura que haya sido concebida y planeada de antemano. Por ejemplo, una asociación civil cualquiera: Una empresa, un club, un partido político. En el plano físico, una casa o cualquier construcción. En suma, cualquier estructura que no surgió “sin querer queriendo” y sin tener una idea, aunque sea general, de su forma final y de sus objetivos. Por lo general, órdenes espontáneos coexisten junto a órdenes no espontáneos. Dentro de una empresa, por ejemplo, se forman grupos de trabajo de afinidad, surgen líderes naturales, se reparten roles.

 Al grano

Lo que quiero tratar aquí -y es algo que, parcialmente, ya abordé en un artículo anterior- es esa especie de sacralización que realizan los liberales del concepto, al que parecen considerar como depositario de todo aquello que es libre y no coactivo. Sin embargo, nada hay de libre o no coactivo per se  en el orden espontáneo. Orden espontáneo significa, simplemente, que “no sabíamos que íbamos a terminar formando esta cosa ni nos propusimos hacerlo”. Significa una coreografía gigantesca sin director ni guión. Es cierto que la ausencia de un director y de un guión implica la ausencia de un poder central. Pero no implica la ausencia de coacción. Un orden espontáneo se forma por las interacciones de miles de individuos y las mismas pueden ser tanto libres y pacíficas como coactivas y violentas. Miles de individuos reventándose a golpes crean un orden espontáneo. Y, además, un orden espontáneo puede evolucionar, también espontáneamente, hacia la asunción de plenos poderes por parte de un director tiránico.

Tal vez exista una confusión semántica y lo que pasa es que se identifica la palabra “espontáneo” con libre o no coaccionado y la palabra "orden" con paz o, incluso, con justicia. Pero no tienen nada que ver. Quien dice orden sólo dice estabilidad y quien dice espontáneo sólo dice -repito una vez más- surgido sin intención premeditada.

 Cuando el Estado ordena la construcción de una obra cualquiera no estamos en un orden espontáneo pero esto no es así por que lo ordene el Estado o por que recurra a métodos coactivos para que se haga lo que se tiene que hacer sino por que aquello que se construye fue planificado de antemano y todos los que participan en la obra saben cuál es el objetivo de toda esa labor.

Los individuos en libertad crean órdenes espontáneos y crean órdenes no espontáneos también, cuando fundan una asociación cualquiera. Creo que ya quedó claro lo que quiero decir: “Orden espontáneo” y “asociación libre y voluntaria” son conjuntos que se intersectan entre sí pero ni son sinónimos ni el uno contiene al otro. Si quisiéramos representar, mediante los famosos diagramas de Euler y Venn, la relación entre estos cuatro conjuntos, donde A son todos los órdenes espontáneos humanos existentes; B, los ordenes no espontáneos; C, las asociaciones voluntarias y D, las asociaciones coactivas, tendríamos que, obviamente, A y B no tienen elementos en común y que lo mismo ocurre con C y D, pero que A tiene elementos en común con C y D y que a B le pasa lo mismo (mil perdones, no he logrado diseñar el diagrama).

En la famosa novela El señor de las moscas el orden inicialmente establecido entre los personajes -una democracia directa donde todos tienen voz y voto y se discuten las cuestiones en una asamblea- es establecido por consenso, mediante un acuerdo explícito y no espontáneamente. Por el contrario, lo que sí se termina estableciendo espontáneamente es un orden autocrático, una sociedad jerárquica, piramidal, a la cabeza de la cual se encuentra un líder semidivino investido con poderes absolutos. Nadie lo decidió así. Simplemente pasó.

Y eso prevaleció ya que, por lo general, creo que es indudable que lo espontáneo tiene una fuerza mucho mayor que lo no espontáneo, diríamos casi que por definición. Para que las cosas recaigan en el orden espontáneo no hay que hacer nada, sólo cruzarse de brazos. Por el contrario, para actuar en sentido inverso, hay que combatir una inercia natural. Por eso, todo amante de la libertad debe desear que lo libre sea espontáneo. Por que, entonces, lo libre será fuerte. Pero es absurdo pensar lo inverso, es decir que todo lo espontáneo, por definición, es libre. No lo es y si un orden espontáneo no es libre es menester combatirlo con muchísima energía ya que  una institución de este tipo será mucho más difícil de vencer.

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publicado por tsekub a las 19:09 · 2 Comentarios  ·  Recomendar
 
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Si se acaba el gobierno, el orden, la paz y la estabilidad espontáneas no aparecerán mágicamente. Tendremos que mantener a raya a los individuos y grupos que pretenden re-crear el gobierno o constituirse en un poder supremo de facto. La vigilancia es el precio eterno de la libertad -como siempre has dicho.

¿Hay alguien que haya dicho que no es necesario vigilar?
publicado por Wg, el 26.03.2009 20:53
ORDEN ESPONTÁNEO : SOCIEDADES LIBERTARIAS
Diana Duque Gómez


El erróneo punto de vista darwinista de la supervivencia del más fuerte ha proporcionado una justificación para la explotación de los hombres y una legitimación al sistema patriarcal o dominación del fuerte sobre el débil y al instrumento fundamental de esa dominación el Estado, y se ha convertido en el sistema de creencias generalizado, a pesar de que ha sido refutada por muchos científicos como una “noción de la vida peligrosamente falsa”.

El biólogo celular Bruce Lipton en su revolucionaria obra La biología de la creencia refuta definitivamente el darwinismo y el neodarwinismo y afirma que “los seres humanos no poseemos un carácter innato, violento y competitivo, de la misma manera que nuestro destino no está marcado por unos genes que nos hacen enfermar o nos vuelven violentos”(1). Y agrega que hoy “a un lado de la línea está un mundo definido por el neodarwinismo, que considera la vida como una guerra interminable entre robots bioquímicos de batalla. Al otro lado de la línea se encuentra la ‘nueva biología’ (la Epigenética)*, que propone la vida como un viaje de cooperación entre individuos con infinitas potencialidades que pueden reprogramarse así mismos para experimentar una vida llena de alegría”(2).

Ya en 1950, el antropólogo Ashley Montagu llega a la conclusión de que “la naturaleza de la vida es la cooperación”(3). Cabe resaltar que el mismo Darwin después de su famoso libro El origen de las especies (1859) publicó El origen del hombre (1871) donde ponía el énfasis en el principio de cooperación pero el libro pasó desapercibido por el estrépito que hicieron los defensores del patriarcado a quienes les venía como anillo al dedo la teoría de la selección natural o supervivencia del más fuerte.

Como respuesta a la escuela de “la supervivencia del más fuerte” el filósofo científico Pedro Kropotkin escribe ocho artículos, entre 1890 y 1896, en los cuales demostró que “existe en todo el reino de la naturaleza viviente una fuerza inconsciente que se expresa en un mutualismo”. El libro de Koprotkin Ayuda Mutua publicado en 1902 “fue la primera obra del siglo XX que puso en movimiento todas las ideas e investigaciones que para mediados de éste adquirieron forma en el principio de cooperación (...) proporcionando base científica a la cooperación voluntaria y la libertad”(4). Afirma Kropotkin: “la cooperación de los individuos es un factor mucho más importante en la lucha por el
publicado por Benito Quintero, el 07.02.2010 18:02
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